jueves, 27 de diciembre de 2012

"Por fin" me dijo en un susurro abrazándome nada más cerrar la puerta de la habitación. Me besó. Me besó como nadie lo había hecho. Por fin podía sentirme entre sus brazos, por fin podía sentir que era suya. Nos fundimos en un beso eterno, o tal vez mil besos, no lo sé, pero me da igual. Sus ojos me miraban y me hacían sentir pequeña. Sonreía, con su sonrisa perfecta. La tarde pasaba, aunque el mundo estaba parado para nosotros. Mil y un besos, mil y una caricias, mil y un 'te quiero', mil y una sonrisa.
Y ahora ya puedo decir que he besado al hombre perfecto, ahora ya puedo decir que es mío, totalmente. Hace a penas unos minutos, nos estábamos besando, sin pensar que el tiempo pasaba, sólo importaba que estábamos juntos.

Escribo ésto de camino a casa en una nota del móvil, con la chaqueta en el brazo aún estando en Diciembre, y con un libro apretado en el pecho, nuestro libro. Libro que leeré mil y una vez, porqué me recuerda a él, a nuestra tarde, y su recuerdo me hace sonreír como tonta. Miro una y otra vez atrás, aunque sé que ya no está. Tengo una sonrisa de oreja a oreja y el viento mueve mi pelo a su antojo. El recuerdo de sus labios en los míos hace que se duplique la sensación de calidez y bienestar. Mi boca sabe a la suya y mi ropa huele a él, aún le siento a mi lado, y eso me encanta. Acaricio la portada del libro, pensando inútilmente que de algún modo le llegará, que de algún modo sentirá una caricia en la mejilla.


PD: Besé sus labios y me di cuenta de que no quiero besar otros jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario