sábado, 30 de agosto de 2014

Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo.

Tentamos a la suerte y perdimos la apuesta, contamos distancias a centímetros que se multiplicaron y quisimos pisar tan fuerte que nos hundimos en nuestros propios pasos. Quisimos creer todas las mentiras que nos contaron con tal de tener un motivo, una excusa, para salir corriendo por la puerta trasera de todos nuestros miedos a querernos sin poder tenernos.
Dejamos atrás las noches de verano contando estrellas en nuestras espaldas, comernos la luna a cucharadas, desgarrar el frío vagando por las calles de nuestras clavículas. Dejamos atrás todas y cada una de las sonrisas que nos dedicábamos al vernos, los sueños de que el tiempo no nos quemaría lo que no estábamos quemando nosotros, las esperanzas en que alguno de los dos cediera lo suficiente como para que no nos perdiéramos.
Pero nos perdimos, nos hundimos, nos quemamos, nos rompimos. Nos olvidamos de todo lo que juramos no olvidar jamás. Rompimos todas las promesas que juramos no romper, quisimos querer más todo lo que nos separaba que lo que nos unía, quisimos olvidar todo lo que algún día se convirtió en nosotros, si llegamos a existir.
No sé cuándo dejé de suspirar tu nombre, no sé cuándo dejé de recorrer tus besos en el recuerdo, no sé cuándo dejé de esperarte, no tengo ni la menor idea de cuándo olvidé tu dulce manía de coserte mis sonrisas robadas a la piel para llevarlas como escudo. Sólo sé que un día me desperté sin necesitar soñarte, sin recordar tu voz, tu olor, tus manos vagar por mi cuerpo.
Y cuando te he olvidado más de lo que creí jamás poder olvidar a nadie, vuelves. Vuelves y arrasas, y rompes, y destrozas, y tientas, y quemas, y me haces volver a soñar con todo lo que fuimos y lo que podríamos haber llegado a ser de no habernos cansado de esperar, de esperarnos. Haces que vuelva a vivir de ti, de una utopía totalmente imposible de cumplir, un sueño imposible de vivir, porque supongo que nosotros siempre seremos más sin ser que siendo. Y como dijo alguna vez alguien, “todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo”.

sábado, 16 de agosto de 2014

19 días y más de 500 noches

He perdido la cuenta de las veces que he intentado olvidar tu nombre y he acabado cediendo, susurrándote de madrugada, acariciando nuestra foto con cristales clavados en el alma.
Me pregunto si alguna vez he conseguido despertarme sin girar hacia el lado derecho de la cama esperando verte despeinado, ronroneando, esperando un beso de desayuno.
Han pasado 19 días y más de 500 noches, y parece que Sabina mentía más de lo que creía. No sé si estoy esperando a que vuelvas o a que yo acabe de irme, y en ambos casos es un suicidio.
Y de verdad que busco olvidarte, olvidarme, olvidarnos. Pero no sé si fallé en todos los pasos dados o es que tú jamás dejaste que me alejara lo suficiente como para que no pudieras recuperarme, y supongo que esa cobardía tuya de marcharte sin acabar de hacerlo no era algo nuevo, sólo algo que intenté disimular con todas mis fuerzas.
Sigo buscándole tres pies al gato e intentando encontrar todos los puntos sobre las íes que jamás llegamos a colocar, sigo esperando que aparezcas de la nada y me beses como solías hacer, que me hagas olvidar que el mundo sigue girando, que me hagas pensar que tenemos alguna posibilidad entre todo este frío que hemos dejado atrás. Y es que hace demasiado tiempo que no deshago la cama mientras duermo, demasiado que fumo tragando el humo, tanto que mis heridas empiezan a supurar alcohol, lo suficiente como para que no me sueñe ni de dormida.
La vida se ha convertido en una escala de grises desde que no me pintas todas las maravillas en los hombros a besos, desde que no me vistes con versos, desde que no me abrazas todos los miedos. No sé si me he caído en un pozo de nuevo, si no he dejado de caer desde que te fuiste, o si me he rendido a todo lo que no tenga que ver contigo, pero sólo quiero creer que algún día, aunque sé que no será hoy y posiblemente mañana tampoco, sea capaz de mirar el reloj sin pensar que cada segundo que pasa es un segundo sin ti.

lunes, 11 de agosto de 2014

La fragilidad de un nosotros.

Me pregunto si alguna vez llegamos a ser más que un puñado de promesas rotas y ojalás inventados; más que un montón de heridas que luchaban por curarse, más que dos desiertos buscando agua al juntarse.
 No logro acordarme si algún día existió un nosotros, y no sé si aferrarme al final que nunca tuvimos de una historia absurda y casi inventada, o seguir dándome de cabezazos contra todas las paredes que me quedan con el estúpido “debimos haber sido sin haber llegado jamás a ser” en la cabeza.
No sé qué es lo correcto, no sé qué se hace en las películas en éste momento, y dudo entre salir corriendo incluso de mí, o intentar escapar contigo a sabiendas de que llegaríamos al mismo callejón sin salida en el que nos perdimos.
No entiendo ni sé si quiero entender qué fue lo que acabó de matarnos, si llegó a ser algo y no fuimos nosotros, que quisimos querernos sin llegar a creérnoslo, si buscamos una aguja en un pajar, o si acabamos tirándonos por todos los acantilados que nos encontramos entre nosotros sin probar a saltarlos o, por lo menos, rodearlos.
No ha pasado un estúpido arañazo de las agujas del reloj que no haya recordado tu manía por tocarme el pelo, tu costumbre por buscarme sin saber que me habías encontrado, tu voz suspirando mi nombre entre calada y calada a mis labios. Y no sé cómo sacarme de la cabeza todos los botellines de cerveza que nos bebimos con la luna de por medio, todos los poemas que nos dedicamos sin haberlos llegado a leer jamás, el recuerdo de tus manos desatar todos mis nudos, los lunares de tu espalda en los que me perdí todas las noches que pasamos en vela.

Pero supongo que nunca fuiste de los que se quedan, o lo fuiste pero cambiaste de opinión al ver que dormir bajo el mismo cielo no era lo mismo que dormir entre las mismas sábanas, que quizá te merecía la pena cerrar todas mis ventanas para abrir una puerta, aunque fuera la trasera.