sábado, 10 de mayo de 2014

74 minutos

Tengo que contarte un secreto: me he aprendido de memoria los kilómetros que viajan desde la punta de mis dedos hasta tu pelo. Los he contado mientras dormías, sin hacer ruido, por si decidías quererme. Qué locura.
Te he dejado todas las sonrisas que me regalaste escritas en la mesilla, por si quieres regalárselas a alguien que no quiera romperse. También he dejado los recuerdos paseando por calles de una ciudad desconocida, que no creo capaz de volver a encontrar, no sin ti. La moneda que tiramos en un beso supongo que ya se encargará el mar de deshacerse de ella, y por nuestro rincón a las puertas de un acantilado, no te preocupes, supongo que ya será el de otros enamorados que creen en imposibles. Qué ingenuos.
Será eso del frío de invierno lo que me congela los huesos desde dentro, embadurnándome con ese frío que no se quita con mantas. Te he gritado en varios sueños que vuelvas, por si te interesa, pero cuando te dije "quédate" te fuiste, así que supongo que de poco sirve que te grite en sueños, si un susurro antes de irte no te detuvo. Desde que te fuiste me da demasiado vértigo decirle a nadie que se quede, por si le da por hacerlo, y desde entonces no he vuelto a decirle a nadie que suba, que mi cama está muy vacía; o que noches de lluvia son las perfectas para querer a la luz de la tristeza. No he vuelto a besar a nadie desde que te di la espalda en mi portal y subí las escaleras con la prisa de morir en ellas, aunque había muerto 74 minutos antes.
Hoy me preguntaron por el amor, entendí "romper" y me acordé de nosotros. Y es que, ¿qué sé yo del amor si he estado mi vida buscándolo sin encontrar otra cosa que no sea dolor y vértigo a miradas o a preguntas para las que no tenía respuestas? Y es que, ¿qué sé yo de la vida, si no vivo porque me rompo y me rompo porque no vivo? En fin, qué dolor de cabeza; será la resaca de falsas esperanzas que me bebí ayer a palo seco, a la espera de estar tan ebria que no recordara tu manera de acariciarme el pelo mientras veíamos Moulin Rouge los Domingos por la tarde, de besarme las lágrimas cuando te lloraba o de ayudarme a gritarle al mundo que no quiero vivir si no es de tu mano.
No sé dónde quedaron esas poesías que me dedicabas para cada una de mis heridas, los besos de despedida o las sonrisas con efecto espejo.
No sé dónde quedamos, dónde nos perdimos. Sólo sé, que no quiero quiero vivir si no es contigo.