domingo, 19 de enero de 2014

Mi círculo vicioso

Hace mucho que no te escribo, demasiadas cosas que contar y muy pocas ganas de hacerlo. Sigo en las mismas. Lo de sonreirle a la vida desde la ventana se ha convertido en rutina, me consumo en cigarros que no acaban mientras intento consumir al tiempo, que me consume; mi círculo vicioso.
Hoy me han comparado ligeramente con el pez que se muerde la cola, me han dicho que espero futuros que no prometen más que el presente mientras vago por las calles del pasado. La soledad, supongo.
Por lo demás poco cambio; las sábanas frías aún rasgan mi piel, la esperanza se ha derretido en el felpudo de la entrada, y los libros pesan todo lo que pueden pesar páginas en blanco entre las cuales oculto secretos que ni yo conozco; sigo leyendo postales que me arañan las ganas de seguir, y llorando hacia dentro porque el orgullo me impide hacerlo hacia fuera; sigo siendo silencios rotos y esperanzas de ceniza; lágrimas que nada seca y susurros que nadie escucha. Soy la espera que nunca llega, ese "te llamaré" que nunca suena y se deshace en whisky barato, todas esas palabras que nunca me atreví a pronunciar, esas estrellas fugaces a las que nadie pide un deseo. Supongo que me he convertido en eso, en polvo. Polvo y cenizas que aún conservan una pequeña parte que les promete que alguien vendrá y les salvará, aún sabiendo que es poco probable.
Sigo buscando a alguien, o algo, que me haga sentir como si no me hubiese roto, no del todo. Alguien que me escuche, sin importarle lo que diga; alguien que escriba mis silencios, aunque no los entienda; alguien que me quiera, aunque sea mentira; alguien dispuesto a sacarme de mi propia prisión, en la que yo me he encerrado; alguien, o algo, que me recuerde qué o quién soy cuando lo haya olvidado.
Sigo pensando que el mundo es el mismo: con la misma mierda, los mismos suspiros, las mismas cicatrices y las mismas heridas, a pesar de haber cambiado de año, que sólo es un número.