jueves, 1 de agosto de 2013

Que ni me quedan cigarros, ni de tus besos

Que ella se acercaba a mí, mientras su vestido le bailaba la cintura y sus ojos me besaban la mirada, que su sonrisa me abrazaba las entrañas, y que cuando mi cabeza empezaba a perderse en la textura de su pelo sin llegar a rozarlo, ella se daba media vuelta con una mueca entremezclada de arrepentimiento y dolor por haber llegado al mismo parque al que llevo viniendo a la misma hora que quedamos el día que, con una lágrima en la mejilla, me dijo que se iba y no esperaba volver. Quería cogerla del brazo y decirle que no se fuera, y que como si se tratara de una película de amor ella aceptara quedarse a mi lado, pero el tiempo desgasta más que el tabaco, y supongo que yo ya estaba demasiado desgastado para dar esperanzas a cosas que sabía que era mejor no darlas. Y mientras ella se alejaba de mí dejando en mis manos el anillo de una boda que jamás se iba a cumplir, unas ganas de fumar un cigarro y de perderme en ella me invadieron, a sabiendas de que ni me quedaba tabaco ni fuerzas para perderme en su cintura. Y la única droga que había dejado a mi abasto era un anillo que jamás se iba a poner, la imagen de una casa en la que nunca íbamos a vivir, y un álbum de fotos que jamás nos sacamos. Y es que si hay algo que jamás olvidé fue su sonrisa, quizá la más triste que había visto jamás, pero seguía siendo igual de hermosa que cuando la esbozaba entre beso y beso, y sus ojos…esos ojos que tantas veces me habían sonreído la vida y que tantos caminos me habían iluminado, y su cintura…que tantas veces me llevó al fin del mundo sin levantarme de la cama, y su olor… tan mágico y tan provocador como ella en sí, tan sensual y dulce,…pero su voz…una voz sin sonido que jamás lograré recordar, porque no le hacía falta decir nada para explicarlo todo, esa canción sin letra que ya no me pertenecía, esa melodía que me susurraba todas las noches sin producir ningún sonido, esa canción de sirena que me llevaba al más profundo de los mares…supongo que es lo único que jamás recordaré de ella, supongo que no necesitaba hablar para decir lo que sentía, sólo necesitaba mirarte llevándote a su mundo, tan abstracto y diferente, tan poético y hermoso, tan brillante y tan indiferente al que vivimos, ese mundo al que jamás me volvería a llevar con el olor de su pelo.
Y, joder. Que me enamoré de recuerdos que jamás he llegado a olvidar, y que supongo que dejé de fumar en un mal momento, así que vamos a comprar tabaco y a poner la música muy alta, vamos a fundirnos en alguna droga que mate un poco menos, y vamos a volver a ser felices sin necesidad de ser la mitad de alguien, siendo nosotros completos.