viernes, 12 de julio de 2013

Vayámonos

Sus dedos se entrelazaban con los míos y la sonrisa más bonita jamás vista se dibujaba en sus labios, sus ojos azules estaban clavados en los míos, y podría haber jurado que pararon el tiempo, y quizá hasta el mundo. Se acercó y me dio el beso más suave que jamás me habían dado, mientras yo la besaba con toda la delicadeza de la que disponía, pues me daba miedo que se desvaneciera como si de polvo se tratara, por mucho que la apretaba contra mi pecho me costaba aceptar que ella era real. Se apartó muy despacio de mí y volvió a sonreír, y a mirarme con unos ojos que no podían ser de este mundo, aunque dudaba que ella lo fuera. Se levantó del banco de piedra en el que estábamos sentados y el viento alborotó su melena e hizo danzar el vestido por sus caderas, y mientras echaba la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados dejando que el viento con ayuda de sus manos siguiera revolviéndole el pelo, el mismo que tantas veces me había dejado sin aliento, me pareció escuchar el viento silbar la melodía más bonita jamás compuesta por el más grande de los artistas.
- Es mágico, ¿no crees? -me preguntó, dándome la espalda y abriendo los brazos en forma de cruz mientras miraba atentamente lo que se ocultaba tras el acantilado.
- ¿El qué? - pregunté levantándome y abrazándola por la cintura, como si me diera miedo que sacara las alas blancas que tenía bajo el vestido y echara a volar.
- Esto. Estas vistas. Estamos en un acantilado que da a una playa de la cual no me importa el nombre, rodeados de árboles. Estamos en el sitio más bello al que se puede huir, y cuando nos acordemos de este día sólo recordaremos que estábamos juntos, tú me recordarás con el vestido blanco y el pelo alborotado por el viento, y yo te recordaré en vaqueros y la sudadera de Guns'N'Roses. No nos acordaremos de este bello paisaje, ni de que hoy es Viernes 13, ni de que nos hemos escapado como quien dice. Sólo recordaremos esta imagen, la de tu sonrisa a dos centímetros de la mía. - dijo dándose la vuelta, mientras yo me asomaba al precipicio de su mirada.
- No tenemos porque recordar nada más, cariño, yo sólo quiero estar contigo, y ya podemos cruzar el horizonte en barco o ver colores jamás existidos, que yo lo único que recordaré será el pelo cayéndote por la espalda y tus enormes ojos invitándome a perderme en ellos.
- Pues vamos al fin del mundo en barco, vamos a perdernos en alguna isla donde hayan colores jamás vistos, y vamos a vivir la vida como si empezase hoy y terminase mañana. Vamos a demostrarnos que cada uno de los días que pasamos echándonos de menos no han sido en vano. -dijo en un susurro mientras me miraba con esa mirada suya queriéndome hacer creer que era posible escapar con ella al fin del mundo si salía de sus labios.

domingo, 7 de julio de 2013

Si me tengo que volver a equivocar, que sea contigo

- Quizá deberíamos irnos. -dijo, llevándose a los labios el vaso con el último trago de whisky que quedaba.
- Tal vez. Aunque tal vez tampoco deberíamos habernos encontrado. -dije, asomándome al vacío de sus ojos, y qué bonito vacío. Los tenía rojos e hinchados, y en su mejilla derecha se dibujaba un reguero de rímel que desaparecía en su barbilla.
- El caso es que nos hemos encontrado y... creo que debería irme, no sé si es correcto estar aquí sentados. En nuestra mesa, en nuestro bar. Lo nuestro...murió. Sufrimos demasiado los dos, dimos demasiadas oportunidades a algo inexistente, hemos bebido y estamos pasando una mala racha, no creo que estar ahora mismo de copas sea una buena idea, podemos hacer cosas de las que podemos arrepentirnos. -me miraba directamente a los ojos, hablaba con una voz suave y serena, pero el jugueteo con sus manos delataba que en realidad le dolía tanto volver a decir adiós después de cinco años como a mí.
- Sí, quizá sea lo correcto.
- Sí. -dijo en un susurro, apoyando la mirada en el vaso de whisky que yacía vacío encima de la mesa.
Me miraba otra vez directamente a los ojos, con su mirada tan sincera, tan abierta, tan...triste, y no era de extrañar, nuestro reencuentro había tenido que ver con un entierro. Se levantó y el vestido negro bailó alrededor de su cintura, estaba preciosa. Se acercó a mí, que la miraba como si de un ángel caído del cielo se tratase, y quizá no estaba tan equivocado. Su olor a vainilla me envolvió y sentí dos besos, uno por mejilla, aunque el segundo más cerca de la boca. Yo le había cogido de la cintura para despedirme, por primera vez en toda la noche la había tocado, y lo recordé. Nada más rozarla recordé los besos en nuestra playa, recordé las noches que pasamos juntos haciendo el amor, recordé su sonrisa en medio de cada beso y su costumbre de llorar con las películas tristes, recordé las noches que se quedaba dormida en el sofá esperándome cuando salía de fiesta y yo la llevaba en brazos a la cama, recordé como me quitaba la ropa y como me abrazaba por las noches.
Ella se apartó, dispuesta a irse. Cogió su abrigo y me dijo adiós, haciendo un esfuerzo por sonreír.
- No te vayas... -dije mientras la cogía del brazo para impedirlo.
- Alex...esto no es una película, no estamos destinados a estar juntos, no podemos...no debemos...no...
- Me da igual lo que quiera el destino, yo no quiero a la chica a la que estoy destinado, yo te quiero a ti, con tus besos después de cada mirada, con tus 'te quiero' de buenos días y con tus piques cuando te gano al parchís. Yo te amo, te sigo amando. Llevo cinco años perdido, intentando olvidarte, intentando no pasar por tu portal, ni entrar en nuestro bar. Y ahora estoy aquí, en nuestra mesa, tomándome una cerveza con la mujer a la que llevo intentando olvidar desde hace cinco años, tras haberte encontrado llorando en nuestro banco, por el que he pasado hoy por primera vez desde la última vez que me senté contigo, cuando decidimos que no podíamos seguir así, matándonos el uno al otro. Dime que no me quieres, dime que no y me iré para siempre, desapareceré de tu vida, como he hecho estos últimos años, pero dime que no me has olvidado, y prometo hacerte la mujer más feliz del mundo, prometo llevarte flores al trabajo cuando discutamos, acompañarte cuando quieras perderte, y abrazarte cuando llores, pero yo...yo solo quiero estar contigo, Elena, solo quiero despertarme a tu lado todas las mañanas que me quedan.
Ella me miró, y vi la mirada más triste que haya existido jamás. Pero entonces, la mano que le sostenía la muñeca resbaló hasta enlazar sus dedos en los míos. Se acercó, mirándome a los ojos, desarmándome por completo, dejándome casi desnudo delante de ella, y esbozó una sonrisa.
- Sube, tengo para hacer tortitas, y mañana es domingo. -dijo sonriendo, mientras sus ojos azules como el mismo mar me envolvían.
Me acerqué a ella y la besé, como hacía mucho que no besaba a nadie, y nos fundimos en el beso más bonito jamás existido.