domingo, 21 de septiembre de 2014

No tengo ni puta idea

Me pregunto si ésta ausencia que me he grabado en la piel a fuego lento es la suya o la mía; si el frío que se encierra entre mis sábanas es porque me falta él, o porque me falto yo; si los cristales rotos que retumban en mi cabeza con cada parpadeo son sus añicos, o los míos.
Una vez escribí sobre lo estúpida que me sentía cuando por querer quererle menos por miedo a quererle de más, sufríamos los dos. He perdido la cuenta de las estupideces que he hecho con el fin de protegerme de la bomba atómica de nuestro amor, sin saber que iba a ser él quien saldría herido, de haberlo sabido supongo que habría partido mi cuerpo en dos y le habría protegido de todo. Incluso de mí.
Supongo que amor es cuando estás dispuesto a quemar tu cuerpo, a romperte en mil pedazos, a dejarlo todo atrás, a arrancar tu corazón todo por una simple mirada de la otra persona. Y es que incendié mi mundo por poder juntar su boca con la mía y, a pesar de todo, pase lo que pase y haya pasado lo que haya pasado, lo volvería a hacer. Aunque sea por el día que dormí con él de almohada, aunque sea por todos los amaneceres que nos dedicamos, por la vez que nos perdimos en un bosque en el que no me quiero encontrar, por los besos que el mar nos vio hacer el mundo temblar, por todas las noches que la luna nos oyó gritar, por todas las lágrimas de desesperación que me secó con su sonrisa. Que mi vida ardiera mereció la pena desde el primer momento, aunque haya tardado demasiados errores en darme cuenta.
Le echo de menos, y no tengo ni puta idea de qué haré sin él, no tengo ni puta idea de cómo se vive sin sus besos, sin su risa, sin su manera de acariciarme el pelo. No tengo ni puta idea, ni quiero tenerla,

martes, 16 de septiembre de 2014

Cartas con sabor a verano

No sé si es el primer día sin él, o el primer día sin mí. Aunque nunca he sabido muy bien cuál es la diferencia. Supongo que hace mucho que si no es él, no soy yo; y aunque he desistido de intentar encontrarle la lógica a ésto que hemos llamado amor, una pequeña parte de mí no se rinde para encontrarla. Será por eso de que siempre he buscado respuestas para preguntas que siquiera he formulado.
No sé a qué o a quien le escribo. No sé si es la manera más autodestructiva que he encontrado de encontrarme, o el camino más fácil para acabar de perderme. Le he escrito tantas veces a un desamor ajeno que cuando tengo que escribir sobre mis cristales rotos, me corto. Será eso de que no se debe escribir sobre heridas recientes, sobre abismos por los que has caído y no por placer, que todas las veces que me he tirado de cabeza por el acantilado de su sonrisa es otra historia, no tiene nada que ver con el pozo sin fin por el que me he caído cuando él se ha ido. 
Me he olvidado de saber vivir sin él, supongo que ésto no es como andar en bici, que no te olvidas, supongo que ésto es más parecido a aprender a respirar una vez te han robado los pulmones, aprender a dejar tirados todos tus añicos con tal de juntar los suyos.
Y será por eso de que soy masoquista, o qué sé yo, pero prefiero perderme a mí que perderle a él. Y aunque jamás vaya a pedirle que se quede, me niego a dejar que se vaya. No sin dar todo lo que tengo antes, no sin luchar contra el mundo con pies y manos para que vuelva, no sin gritarle hasta perder la voz, no sin que sepa que con él, me voy yo.

martes, 9 de septiembre de 2014

Sálvame

Sálvame ésta noche y todas las que me quedan. Arrástrame hasta todos tus mundos y, por favor, sálvame del mío. Sálvame de mis miedos, del monstruo de debajo de la cama, de mis demonios, del frío, de la soledad, de todos los poemas que algún día me escribiste, de mis heridas y, sobretodo, sálvame de mí.
Sálvame de mis acantilados, de mis precipicios, de mis pozos, de mis huidas, de mis gritos, de mis lágrimas, de mis verdades, de mis mentiras.
Sálvame, como siempre me salvaste, de todos los ojalás que un día suspiré, sálvame de la desesperación, del invierno, de todos los kilómetros que jamás pude tragarme.
Sálvame y hazme huir. Hazme huir con tus besos, tus versos, con tu dulce manía por cantarme The Smiths al oído. Hazme huir lejos, aunque esté cerca.
Prométeme que no te irás, no otra vez. Prométeme que te quedarás, que no romperás, que me sanarás todas las heridas que un día me hiciste, que no me olvidarás como juraste haber hecho hace tanto tiempo que quise olvidar.
Demuéstrame que las segundas, terceras, cuartas y quintas partes no son siempre malas, que tú y yo podemos ser, que nosotros podemos ser, que somos más que todas esas promesas que no cumplimos, que todos esos “te quiero” que rompimos, que todo ese frío que dejamos entre las sábanas. Hazme poder volver a creer en ti, en mí, en que todo lo que un día fuimos puede volver y juro no irme, quedarme aunque duela, quererte aunque a veces, y sólo a veces, te odie.