martes, 9 de septiembre de 2014

Sálvame

Sálvame ésta noche y todas las que me quedan. Arrástrame hasta todos tus mundos y, por favor, sálvame del mío. Sálvame de mis miedos, del monstruo de debajo de la cama, de mis demonios, del frío, de la soledad, de todos los poemas que algún día me escribiste, de mis heridas y, sobretodo, sálvame de mí.
Sálvame de mis acantilados, de mis precipicios, de mis pozos, de mis huidas, de mis gritos, de mis lágrimas, de mis verdades, de mis mentiras.
Sálvame, como siempre me salvaste, de todos los ojalás que un día suspiré, sálvame de la desesperación, del invierno, de todos los kilómetros que jamás pude tragarme.
Sálvame y hazme huir. Hazme huir con tus besos, tus versos, con tu dulce manía por cantarme The Smiths al oído. Hazme huir lejos, aunque esté cerca.
Prométeme que no te irás, no otra vez. Prométeme que te quedarás, que no romperás, que me sanarás todas las heridas que un día me hiciste, que no me olvidarás como juraste haber hecho hace tanto tiempo que quise olvidar.
Demuéstrame que las segundas, terceras, cuartas y quintas partes no son siempre malas, que tú y yo podemos ser, que nosotros podemos ser, que somos más que todas esas promesas que no cumplimos, que todos esos “te quiero” que rompimos, que todo ese frío que dejamos entre las sábanas. Hazme poder volver a creer en ti, en mí, en que todo lo que un día fuimos puede volver y juro no irme, quedarme aunque duela, quererte aunque a veces, y sólo a veces, te odie.

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