jueves, 2 de julio de 2015

Te echo de menos.

¿Sabes? Hacía demasiado tiempo que ya no recordaba eso de tu risa, y al recordarla se me ha venido el mundo encima. Estaba en la parada del tren, dispuesta a cogerlo e irme de una vez por todas, cuando me acordé de ti, y es que no puedo evitar echarte de menos. Echo de menos las cervezas jugando al futbolín, o tu manía por darte cuenta cuando sonreía después de que me besaras en la frente, o, incluso, la vez que después de una discusión me dijiste que no querías discutir conmigo, y te reíste cuando dije que echaría de menos discutir contigo si dejáramos de hacerlo, pues siempre se nos dio especialmente bien. Sí, supongo que echo de menos discutir contigo más que nada en el mundo.

Echo de menos que me hicieras compañía en mis desvelos y que me salvaras de mis pesadillas, que me llevaras a los rincones más bonitos del mundo y tú sólo me miraras a mí.  Echo de menos el tacto de tus dedos en mi espalda al ritmo del ulular del viento, echo de menos tener ganas de besarte y pegar una calada a tu cigarro como consuelo para no romper algo que quizá estaba destinado a romperse. Echo de menos que me saques de quicio, aunque siempre creí que la mitad de las veces lo hacías sólo por verme enfadada; echo de menos cuando me decías que si algún día se me ocurría fallarme a mí misma me darías un guantazo, y aunque sabía que nunca lo harías, tú siempre aseguraste lo contrario. Echo de menos insultarte para meterme contigo, y que tú me llamaras “cría” para que te diera la razón al enfadarme y tener una rabieta. Echo de menos que me asustaras con viejas historias, y que me abrazaras mientras me susurrabas al oído que nunca te irías,
y fueron demasiadas las veces que te fuiste.

Te echo más de menos de lo que jamás pensé que podría soportar. Sale el tren en once minutos y sólo puedo pensar en darme media vuelta, ir a buscarte y darte el beso con el que ambos llevamos fantaseando desde la primera vez que nos vimos. Y, sin embargo, soy incapaz de moverme sentada en este estúpido banco, soy incapaz de evitar que me caiga una lágrima y se derrame en lo único que me queda de ti: un trozo de cuero que me protege cada noche de mis demonios. 
Y cuando estoy dando media vuelta, cuando estoy a punto de volverme y correr a tu lado… llega el tren, y debo irme, necesito irme, porque hay trenes que sólo pasan una vez, y necesito coger el tren que me aleja de tu lado, porque quizá tú y yo siempre fuimos más sin ser
que siendo.