martes, 4 de junio de 2013

Que quizá lo mejor es dejarlo todo atrás

Que no sé. Que quizá la respuesta esté en irse, en cerrar la puerta por última vez de un portazo y no volver a mirar atrás, no demasiado, no hasta que duela. Y es que supongo que mi problema es que necesito escapar sin saber a dónde o de qué. Y es que yo tengo la estúpida idea de que escapando o huyendo dejo mis problemas atrás, sabiendo que éstos corren más que yo y cuanto más intento alejarme de ellos, más pesan. Y es que el estar tan sola a pesar de estar rodeada de tanta gente, el no saber cómo gritarle al mundo cómo te sientes, el tener tantas cosas que decir y no saber cómo explicar ninguna, me quema por dentro, y es que cuando salgo al balcón de madrugada con un cigarro en los labios a admirar el silencio de la calle y el aire de la noche, ya no sé quién consume a quién, quizá me consume el tiempo, o quizá es la espera eterna, quizá que el tiempo pasa demasiado deprisa, y a la vez, demasiado despacio.
Y es que miro hacia arriba, y cierro los ojos tan fuerte que recuerdo aquellos atardeceres en los que los caminos se confundían con el horizonte y el cielo se escondía tras las colinas, aquellos atardeceres en los que podía escapar perdiéndome en caminos de tierra sin pensar en la hora que era o en cuándo tenia que volver porque no tenía obligación de hacerlo, aquellas fotos en una de las fuentes más especiales del mundo, el llegar a casa con la ropa mojada y volver a salir para pasar las noches bajo las estrellas en las que la oscuridad nos abrazaba Y es que lo visualizo con tanta nitidez que me dan ganas de volver a entrar en esos recuerdos, pero cuando mis dedos los rozan se desvanecen como cenizas en un acantilado, y se alejan dejándome en el balcón, sentada en el suelo con un cigarro entre los dedos. Y me aterra pensar que se han convertido en eso, recuerdos, y que no podré revivirlos porque renuncié a ellos sin saber que quizá eran la única manera de, perdiéndome, encontrarme.