sábado, 16 de agosto de 2014

19 días y más de 500 noches

He perdido la cuenta de las veces que he intentado olvidar tu nombre y he acabado cediendo, susurrándote de madrugada, acariciando nuestra foto con cristales clavados en el alma.
Me pregunto si alguna vez he conseguido despertarme sin girar hacia el lado derecho de la cama esperando verte despeinado, ronroneando, esperando un beso de desayuno.
Han pasado 19 días y más de 500 noches, y parece que Sabina mentía más de lo que creía. No sé si estoy esperando a que vuelvas o a que yo acabe de irme, y en ambos casos es un suicidio.
Y de verdad que busco olvidarte, olvidarme, olvidarnos. Pero no sé si fallé en todos los pasos dados o es que tú jamás dejaste que me alejara lo suficiente como para que no pudieras recuperarme, y supongo que esa cobardía tuya de marcharte sin acabar de hacerlo no era algo nuevo, sólo algo que intenté disimular con todas mis fuerzas.
Sigo buscándole tres pies al gato e intentando encontrar todos los puntos sobre las íes que jamás llegamos a colocar, sigo esperando que aparezcas de la nada y me beses como solías hacer, que me hagas olvidar que el mundo sigue girando, que me hagas pensar que tenemos alguna posibilidad entre todo este frío que hemos dejado atrás. Y es que hace demasiado tiempo que no deshago la cama mientras duermo, demasiado que fumo tragando el humo, tanto que mis heridas empiezan a supurar alcohol, lo suficiente como para que no me sueñe ni de dormida.
La vida se ha convertido en una escala de grises desde que no me pintas todas las maravillas en los hombros a besos, desde que no me vistes con versos, desde que no me abrazas todos los miedos. No sé si me he caído en un pozo de nuevo, si no he dejado de caer desde que te fuiste, o si me he rendido a todo lo que no tenga que ver contigo, pero sólo quiero creer que algún día, aunque sé que no será hoy y posiblemente mañana tampoco, sea capaz de mirar el reloj sin pensar que cada segundo que pasa es un segundo sin ti.

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