domingo, 23 de diciembre de 2012

Cierro la maleta y suspiro. Miro el reloj y calculo mentalmente cuánto queda. "Estoy loca", me digo, y sonrío recordando la de veces que él me ha dicho que ésto es una locura y yo le he contestado con un "pero es nuestra locura, y eso la convierte en la locura más bonita del mundo". Sí. Definitivamente estoy loca, loca de amor. Hacía tanto tiempo que no me sentía así, 3 años si nos ponemos a contar. 3 años sin sentir que el mundo se te derrumba si te falta, 3 años sin sentir que él lo es todo, 3 años sin sentir un cálido hormigueo en pensar que en escasas horas estaré entre sus brazos.
Cierro los ojos y me estiro en la cama, recuerdo con anhelo la última vez que hablamos, hace unas escasas horas. Cuando se iba a una cena de clase, estábamos con la cam y él me preguntaba qué tal estaba, con una sudadera y unos vaqueros y ésa sonrisa, ésa sonrisa que me encantaba, ésa sonrisa que me había regalado. "Demasiado guapo, no te dejo salir así que me ligas le decía, su sonrisa volvía a dibujarse en su rostro. Me encantaba, me encantaba él, su sonrisa, su mirada, todo. Era el chico perfecto, y era mío. Y más lo sería en unas horas, a penas 3 días para estar juntos, 3 días. Suspiré de nuevo y sonreí, si por cada sonrisa me dieran un segundo de vida ahora mismo sería inmortal, pues creo que él me había sacado en un año más sonrisas que el resto de gente en toda mi vida.
Deslicé mi mano por mi cuello hasta dar con la pequeña bola plateada, cerré los ojos y deseé con toda mi alma que no le perdiese jamás, porqué si le perdía me moría, me hacía más falta él que el oxígeno.

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