domingo, 16 de diciembre de 2012

Iba andando por la calle, a pesar de hacer menos frío que el día anterior tenía las manos frías y la nariz roja. Andaba a paso lento mientras temblaba por el frío. Miré a mi derecha y vi el coche verde en el que tantos viajes habíamos hecho, la echaba de menos. Miré a su portal y allí vi a su madre. Me dieron ganas de ir donde ella y preguntarle qué tal estaba, pero no lo hice, miré hacia el suelo y seguí mi camino. Me puse a recordar lo que pasamos juntas. Era mi mejor amiga, la única persona que me había hecho sentirme viva estando muerta.

Opino que todos morimos estando vivos, esos momentos cuando lo pasas tan mal que sientes que te mueres, cuando te han hecho tanto daño que crees que ya nada importa, que lo has pasado tan mal que nada puede ir a peor. Yo morí una vez, hace dos años más o menos. Y ella era la única que conseguía hacerme sentir viva estando ella más muerta que yo. Me hacía reír hasta llorar.

Recordé las madrugadas en mi balcón dibujando y contando coches, las tardes de invierno viendo películas en mi casa, las fiestas del pueblo bailando en las verbenas, las tardes de verano dando vueltas sin rumbo, los fines de semana de verano que pasábamos en tu masía, las mañanas tomando el sol en la piscina y andando en bici, el desayuno en la jardín, las cenas al lado de la piscina mientras mirábamos las estrellas y reíamos de estupideces, las noches comiendo galletas y riéndonos, las versiones de canciones, los bailes en el espejo de mi habitación, los cotilleos a las 5 de la mañana por Messenger, los comentarios en facebook en clave que solo tú y yo entendíamos, las fotos chorras que aún siguen guardadas en un álbum que si las llega a descubrir alguien nos morimos de la vergüenza, esas canciones que cantábamos a la vez por las conversaciones telefónicas, esas risas infinitas sobre chorradas, esos “¿voy media hora antes y nos arreglamos?”, esas vueltas sin rumbo llenas de risas, esos “¡TÍO BUENO A LA VISTA! ¡Venga, ve tú que desde lo del otro no me levantas cabeza!”, esas tardes a las 6 cuando íbamos a las vías del tren porque nos encantaba sentarnos al lado y ver como pasaba. Todos esos recuerdos que me has dejado, esos recuerdos que son eso, recuerdos. Recuerdos que ambas sabemos que se han terminado. Que se acabó comer churros en el banco de la estación de tren, que se acabaron las confesiones en los columpios del parque que está cerca de mi casa. Se acabó todo, no quiero echarle la culpa a nadie. Tal vez fue culpa mía, por dejarte allí, jamás debí hacerlo, y no sabes bien cuánto me arrepiento. Intento convencerme de que no es culpa mía, pero aceptémoslo, antes no eras así. Intenté convencerte que dejases el tabaco, pero jamás me escuchaste, pues ya no había esa unión, pasábamos los fines de semana con otra gente. Tú cada vez ibas a peor y cada vez nos alejábamos más. Con el paso del tiempo no éramos más que dos desconocidas que no se saludaban por el pasillo. Dos chicas que se cruzaban y no se reconocían, ya no te conocía, ya no sabía quién eras. No sé cuándo fue la última vez que te vi, de repente un día dejaste de aparecer por los pasillos, lo único que teníamos de contacto era el facebook, y no nos abríamos. Me acabé enterando de que te habías ido de la ciudad y que cada vez ibas a peor. Hoy ya no sé quién eres, solo recuerdo a una cría riendo y hablando con una bolsa de golosinas en un banco.

Sólo quiero darte las gracias, por haberme hecho vivir los mejores momentos de mi vida, y pedirte perdón por haberme ido, y, aunque ahora quiera volver, es demasiado tarde, porque ambas sabemos que ya estás muerta, llevas muerta años, y no hay día que no me culpe por ello. Espero que “vuelvas a la vida”, sé que es difícil, pero te deseo lo mejor, enserio, sé que jamás leerás esto, pero necesitaba desahogarme.

PD: Te echo de menos.

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