lunes, 4 de noviembre de 2013

Mi dulce infierno

He perdido la cuenta de todo el tiempo que llevo en éste dulce infierno, hace demasiado que no veo la luz del sol, y me he acostumbrado tanto que hasta me agrada. He dejado de culparme por dejar toda mi vida atrás por algo que sé que se puede desvanecer. He dejado de echar de menos todo lo que dejé en las calles de mi hermosa ciudad, he dejado de culparle por abandonarme a mi suerte. He dejado de llorar por las noches y de sonreír por las mañanas. He dejado de taparme las ojeras con maquillaje y de arreglarme para ir a clase. He dejado de fingir que todo está bien y de gritarle al silencio. He dejado de luchar conmigo misma y de echarle de menos cuando no está. He dejado de buscar compañía para olvidar la soledad y de alimentar mi anhelo con los recuerdos del pasado. He dejado de suspirar a las mañanas y de intentar que unas sábanas frías me abracen como él nunca hará. He desistido de todo eso. He dejado de intentar que mi mundo no se derrumbe para sentarme a admirar como todo se hace trizas, y ahora puedo andar por las calles de mi vida rota en una soledad que me agrada. He aprendido que la soledad es la oportunidad de disfrutar de mi compañía, que la tristeza no es tan mala y que la felicidad es un invento de la sociedad para tener algo por lo que luchar. Sin embargo he decidido dejar de hacerlo, dejar de luchar. Creo que tampoco tengo nada por lo que hacerlo. La vida una vez rota es más bonita. Y creo que estar rota y sola durante un buen tiempo es una buena manera de centrarme en todo lo que me importa ahora mismo. No tengo pensado formar parte de esta sociedad estúpida. Seré misántropa, pero todo lo que me importaba parece que se ha deshecho, y creo que deshecho está mejor. Digamos que no quiero pertenecer a nada. Una vez Fito dijo que lo que no puede hacerte daño no te hará feliz, y yo ya no quiero hacerme más daño, aunque renuncie a ser feliz. Mi felicidad ha estado siempre en una constante cuenta atrás, y no quiero seguir contando. Quiero vivir al margen de esta vida que ni entiendo ni quiero entender. Porque sin entenderla, irónicamente, la entiendo mejor.

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