jueves, 18 de octubre de 2012

Liberé mi pelo castaño cobrizo de la pinza que lo sujetaba formando un moño y dejé que cayera sobre mis hombros mientras movía la cabeza de un lado a otro para que el pelo quedase donde tenía que quedar. Me miré en el espejo de arriba a abajo y me tumbé en la cama mirando al techo mientras nuestra canción sonaba de fondo. Me mordí el labio pensativa, sin saber muy bien qué hacer, si reír o llorar. Esbocé una sonrisa en pensar en la posibilidad de estar con él, de estar entre sus brazos. Le quería más que a nada en el mundo, y no sabía si él lo comprendía, si él comprendía todo lo que era él para mí, lo que significaba para mí volver a decir "te amo" tras casi dos años sin sentir que si pierdes a esa persona el mundo se te cae al suelo. Sonreí como una idiota al imaginarnos bailando abrazados nuestra canción como unos días atrás me había dicho, imaginando como sería el ese instante, y saboreé todo lo que pude esa imagen que se había formado en mi cabeza. Suspiré, como tantas veces había hecho durante los últimos meses, no suspiré por desesperación, sino por anhelo, por anhelar algo que nunca había tenido y me pregunté si todo lo que estaba viviendo era cierto o tan solo era un sueño, no era posible que un chico tan sumamente perfecto se hubiese fijado en mí, era casi imposible. Cerré los ojos y un hormigueo recorrió mi cuerpo, y se instaló en mi estómago. Volví a abrirlos, sabiendo con certeza que no podía dejarlo escapar, que si hiciese eso no me lo perdonaría nunca, que no podía dejar irse a alguien como él, a alguien que, a parte de quererme con locura, me cuidaba y me protegía como nadie lo había hecho antes. Sonreí de nuevo y me abracé a uno de los cojines que había en mi cama. Me abracé con fuerza a éste hasta quedarme dormida, pensando en él, en mí, en nosotros. Existía un nosotros, y quería que fuese así para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario